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Discriminando a la lealtad

Sufro la empatía
con personas que no existen como lo harán,
futuras y sin alguien.
Los que lloran la soledad
me apenan.
Desprecio esa lealtad;
el duelo,
esa venta de garage
de propios y ajenos recuerdos,
es difícil sin igual.
Algunos ya saben que tirar;
los que la llegada avizoran,
en especial.
Si todavía no habían horizontes
ni sabías sostenerle la mirada a la culminación,
una personita que no saludó
(aunque diga adiós)
te rompe la armonía de tu melodía en dos.
Somos estómago con estómago;
cosas que con esfuerzo
vuelven a un tamaño
parecido al inicial.
 
Si me voy,
no me sigan al más allá,
que si no van en su ruta
no me van a encontrar.

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