Tus ilusiones se rompen junto a las mías; y tu voz menuda de llanto,

Pluma suavísima de ave silvestre, como pelusa en la brisa. Por el soplo de un niño atreviesas la tarde.

¡Escribir con alas vírgenes! Y recibir de lo alto el numen que desciende de tus cantos de gorrión. Traspasar tu mirada

Para tus ojos son los girasoles que agonizaron en mi ventana, esperándote...

Tus pasos se agotan amado mío... en estos días de luz trémula. Las manos cavilan; se detienen ahora

¡Oh caminos del otoño! que guardan para mí, tesoros. Los naranjas y azules del misterio. Los senderos alfombrados

¡Qué delicadeza hay en tu adorable presencia, mi Señor...! y en esas flores escogidas, blancas como campanas...

¡Ya crecían blancos tus cabellos en el ocaso... ¡Y me perteneces tanto! En toda edad te he amado, mi Cami… como ama el río las aguas del mar…

Penumbra de los libros que nada dicen, que nada son. ¡Y hemos perdido tanto! Son palabras muertas;

Dolor hay en las entrañas del universo por esas lágrimas que van regando la tierra de madres que se lamentan;

Mis poemas son una tristeza inmensa; una llanura de pájaros silenciados a golpe de piedra y honda.

Esas manos nacieron con las mías, y en el ancho camino

Mamá, acércate a mi senda, que no se apague tu voz llamándome.

Con una rosa escarlata cambiaste mi gemir en danza. Rosa de tus manos hija amada... Llegaste sigilosa

Dame palabras de brisa que mitiguen soledades. Dame pétalos lilas que tiñan con sus bondades mi andar sin tanta prisa.