Solitario mar
¡cómo ruges en tu nostalgia!
En el gris paisaje
de gaviotas heridas
como sombras,
te debates
entre un oleaje majestuoso,
y perlada agonía
de espuma silente
en la orilla.
¡Cómo siento tu dolor,
océano ardiente!
y es que en lo profundo
de tu entraña
al hombre perdido
clamas:
¡Ya no más veneno
en mis oscuras aguas!
Rumoroso mar
se va agotando la vida
en tu cálido seno;
ausencia de paz...
¡cuánta indiferencia
del hombre
ante tu magna belleza!
Hoy te nombro
soberano y rey,
porque nos ofreces
el magnífico alimento
del Creador
en su bondad.
Ingrid Zetterberg
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25 de Agosto 2,016