Amigo de los finos versos macerados en la concavidad de tu alma, que se eleva con azules rosas hasta alcanzar

Penumbra de los libros que nada dicen, que nada son. ¡Y hemos perdido tanto! Son palabras muertas;

¡Qué pronto olvidó el varón la inocente flor ataviada de blancos tules, que le obsequiara Dios! De su jardín

Padre, ¿cuándo fue la última vez que me despidieron tus ojos?

Pluma suavísima de ave silvestre, como pelusa en la brisa. Por el soplo de un niño atreviesas la tarde.

Con una rosa escarlata cambiaste mi gemir en danza. Rosa de tus manos hija amada... Llegaste sigilosa

No es fácil que brote una brizna de luz a estas duras horas; no es fácil la palabra, no es fértil, no canta....

Cuando me haya ido y una losa blanca cubra mis lágrimas... hijos de mi entraña, recién en ese álgido momento

Verano, te digo adiós. Mientras d… las hojas en los árboles, y se estremecen al sol; pero tú llegas tardío y me dueles… Y pasarás por mis ventanas

Me sumerjo en ti, melodía de mis ansias, de mi anhelo postrero; pero tus notas nostálgicas me devuelven el ayer

Ya te has ido. He perdido tu lámpara; y tu perfume se extinguió en mi cansancio y mi dolor.

¡Ya crecían blancos tus cabellos en el ocaso... ¡Y me perteneces tanto! En toda edad te he amado, mi Cami… como ama el río las aguas del mar…

Mi soledad se parece a estas páginas dolientes... ¡tan vacías de pasos y huellas!

Esas manos nacieron con las mías, y en el ancho camino

¡Qué tristes son las calles de Granada cuando va oscureciendo! Y la guitarra flamenca como un quejido