Siempre corro en el mar obsceno y vulgar de la modernidad,
sólo cuando te encuentro mi alma siente calma,
calma que da descanso a mi atormentada alma,
de los tormentos que me sumergen en la incomodidad.
Y cuándo te me pierdes en el devenir de la moneda,
comienzo nuevamente a correr, nuevamente el afán llega.
Y así se ha vuelto mi vida un correr incesante,
en busca de tu regazo, de tu patita encima de la mía,
de tu orquídea húmeda y caliente
que frota mi tronco anegado de sábila roja.
Que estalle el volcán,
que emerja la esperma.