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Parasomnias

Preludio: En la línea del atardecer se dibuja un pájaro vivo sobre el lomo de una casa.
Los animales viven sin fe y viven.
Los niños lanzan esferas brillantes en la tierra, el perro oculta ladridos y huesos en los patios de la gente muerta y las mundiales hojas de los árboles forman continentes entre las ramas erotizadas que nacen de su vientre de savia y semen.
Yo he venido a vivir aquí, a la cima del mundo, para que todos escuchen mi voz que perpetra
pájaros
y
juegos
y
perros
y
árboles
que no existen
aún.

SOBRE LAS EMOCIONES BÁSICAS
Y EL OMBLIGO SONORO DEL HOMBRE

En alguna parte de África
una mujer escucha el canto del que será su hijo, anunciándolo.
La mujer regresará al canto durante la vida del niño para explicarla,
explicársela.

El ombligo sonoro del hombre, en forma de paloma,
le lleva a la creatura.

La madre lo piensa y lo construye a través del canto.
Desde aquel entonces y cada vez que el hombre sienta
Culpa
Venganza
Vergüenza
Odio
Amor
cualquiera de las cinco emociones básicas,
se le recordará la canción para que vuelva a su origen.

Cuando muera se le recordará
Cuando se levante se le recordará
Cuando ascienda a los cielos se le recordará
Cuando forje su gran panza se le recordará
Con su enorme calva se le recordará
En posición de loto se le recordará
Con su gran barba argenta se le recordará.

Al final, cuando la canción suene en el ocaso y
en la boca de la madre,
el niño será cierto tipo de dios, listo y armado hasta los dientes.

ACUARELA DE DIOS Y DE VIOLA, TRES

Miedo a ti.

A tus cosas bárbaras, brutales; a las bestias que surcan tu silencio
seducidas por la sangre.
A las copas hipócritas de tu mesa inmaculada.
Al champagne, a la bilis, a los brillos estelares del sonido del brindis
–un chasquido infernal de familias que se incineran en su propio alcohol.

Miedo a las chirimoyas y sus miradas.

Al olor del té y añeja panetela que arrastraba mi abuela por la casa.
Miedo a los cables sueltos, a las esperanzas, a los espacios abiertos;
a encontrar un bar tapiado hasta los bordes con estampillas postales,
mientras veo la hora en mi reloj de muñeca
muerta a golpes de jazz a las nueve menos cuarto.
Miedo a la opresión de los pisapapeles,
a la violencia de los engrapadores,
a los lapiceros de tinta abundante.

Pánico frente a los borradores que juzgan lo que hay que borrar.

Miedo a las manchas de dedos en ventanas, teléfonos y estrellas que arden.

Miedo a las cosas diarias, al cuadro donde cuatro perros juegan billar,
al lienzo donde Jesús oculta su cara de ganas,
a las crudas lombrices del agua sencilla.

A los golpes de alcohol, miedo a las luces que revientan las tazas
donde me sirvo mate; a la lámpara que ilumina al dios que vive
encerrado en mi zapatera.

Miedo al cajón de las películas porno y al otro donde guardo
las fotos de mis padres y a mi tercer cajón a la derecha.

Ahora, ya grande, he perdido el miedo a las catástrofes simples, a
las películas nacionales, a verte morir por las puntas sobre el
lomo de una pantera, frente a la iglesia, cerca de casa.

El miedo es una funda infinita de diamantes hecha de negro
terciopelo y profundísimo vacío.

CARTA PARA UN DESAMOR

Me gustaría decirte que todo estará bien.
Que las piernas de los cielos se abrirán cada mañana y parirán días sin dolor.
Que el cobre subirá como el vapor en la bolsa plástica del alcaloide de un día caluroso, que no son tan inorgánicos los niños pantalla que criamos, que las toallas no se llenarán de pequeñas arañas ni pelo de perro y que los besos curarán la tiña inguinal.
Hablarte en secreto de nuestros planes juntos:

Podríamos encontrarnos en el útero de tu madre, tomaríamos helado, contaríamos historias de cuando los espejos eran superficies sin horquillas y en ellos podía verse el reflejo de las cosas simples: cosas de dos o cuatro patas, con alas y venenos o no.
Igual reirías, apretarías los ojos y tus sueños serían de luz y cetirizina.
Vendrías a nombrar al mundo con tus ovarios y una tilde crecida de tus sienes.
Pero tenías el corazón cubierto de ángulos ranurados por los cuatro costados,
atorado en una jaula asimétrica y perfecta,
válvulas arriba,
intentando vivir,
exhibías en tus escaparates todas las miserias de la guerra y el amor,
residuos oscilantes entre tu sangre y la mía.

Me gustaría decirte que todo estará bien.
Asegurarte que mi cabeza funcionará sobre mis hombros como una gran máquina de hacer dinero, que veré películas animadas con los niños y reiré, que nunca se me partirán los dientes con la comida que preparas.

Recuerdo que bebimos tanto en los dorados manicomios
que agradecí al alcohol limpiar nuestro amor de absenta y mezcalina.
Así, cual sinceros y sencillos dipsómanos, volvimos a humedecer los ojos
y brillamos en la estelar forma de nuestro lenguaje.
Observamos la autopoiesis de una concha de nautilus
en la hermosa espiral logarítmica
que consagra el número áureo;
es la estructura disipativa en botón
que se invoca en cada barbarie, en cada nacimiento.
Si te conocí fue porque
las varas de metal enderezan el destino
hasta dejarlo perfectamente hiperbólico.

Recordarte es triturarme la laringe con un adverbio horrísono, arrancarme el hipocampo y llenarme por su cuenco de benzedrina y fósforo, gritar tu nombre en absoluto silencio contra mis entrañas amarillas.
Recordarte es el principio de una incertidumbre.

Susurrarte al oído la belleza de tu desguace:
¿De qué hiciste tu abrigo?
¿Cuál es mi patria?

La otra mitad del cielo siempre está bocabajo.
Rezar al cielo:

Ave Euler purísimo y la ecuación de la curva elástica,
Ave La Teoría de Todo.
Santo Número de Avogadro
Padre de las veinte constantes del universo
ruega por nosotros observadores
no nos dejes caer en la tentación de lo convexo
y líbranos del mal
de ojo
de buey.
Amén.

Me gustaría decirte que todo estará bien.

  Que pronto estaremos haciendo el amor como locos
cada treinta minutos
sin Ave María Purísima
ni pecado concebida
7 veces 7 siglos viviendo en tus nalgas
escuchando tus confesiones
gozando el gozoso misterio de la reconciliación.

Prometerte que las anguladas fauces de los trenes no seguirán vomitando basura en cada terminal.
Que cada ser humano es maravilloso e irrepetible.
Que somos seres humanos.
Lo juro, me encantaría.

Al fin, pude escribir una lista de cosas por hacer:
•   Limpiar la casa
•   Dejar de ver chicas
•   No matar

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