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Detalle

Parte de la obra "Avisos de Ocasión"

Poco aquí.

Me gusta pasar en frente de tu mirada, perderme en el camino a tu cintura, esconderme en las cuevas húmedas de tu cuerpo, en las vibraciones de tu voz, en el brillo de tu pelo. Me gustar estar ahí, escondido, entre los detalles que no ves de ti, las cosas que te vuelven tú y no percibes, y no inmutas. Ese gesto con el labio superior, un pequeño temblor –casi tambaleo– que zigzaguea  y condiciona tu voz. Esas diminutas, y casi decorativas, ojeras, que te vuelven aún más dulce, aún con más ternura.

¿Qué me dices de tus manías? No la de morderte las uñas, sino las importantes. La de girar la mirada a todas partes antes de contestar a cualquier cosa, como si observaras alrededor tuyo la respuesta. Me encanta que cuando la encuentras, luego te giras, regresas y abres la pupila que se clava en mi mirada y me jura ser sincera. Menos color, más honestidad. También está esa, la de rascarte las cejas, peinarlas con un dedo rápida y disimuladamente cuando estás leyendo, cuando estás escribiendo o haciendo algo sobre la mesa. Me fascina, me conmueve, me llena.
Y no es sólo como abres la boca para pensar en una solución improvisada, ni cómo suspiras cuando por fin estás descansando, se trata más de cómo te acomodas por las noches para dormir, o cómo tus dedos hacen un arrítmico sonido sobre la mesa cuando comes, al mismo tiempo que dices no poder escuchar la televisión.

Quiero que visualices, que seas consiente del espectáculo supremo de ver tus cabellos bajo el agua, flotando sobre la tina, realzándose con el blanco de la bañera, intentando escalar por las paredes, secándose con el roce del viento, con el calor de tu sonrisa tranquila después de una ducha. Quiero que te des cuenta de tus piernas juntas al ver una película, de tu pie sobre el otro cuando estás en una silla, de tu inconciencia al ruido externo, a la ciudad, al gentío, a la abrumadora rutina. Quiero que permanezcas en cama todo el tiempo, que te pases los días viendo a través de mil vidrios, de mil ventanas, cómo las gotas caen sobre ellas, como te bosquejan sobre el rostro un mapa marino, unas ansias de verme. Quiero que me esperes. Quiero que caigas en rendición sobre el sofá. Deseo que admires esas arrugas que forma la sabana enredada en tu cuerpo, esos canales preciosos, claroscuros, envolventes en cada curva, en cada destello de tu cuerpo. Es mi actuación favorita de ti.

Oh, amor, si tan solo te dieras cuenta de las melodías de piano que suenan cuando andas de puntillas por el piso frío de la cama al baño, del cuadro majestuoso que formas con el jardín, con la sombra, con la humedad, con los pocos rayos de sol que son dignos de acariciarte.
Si tan sólo pudieras contemplarte sintiendo curiosidad, teniendo duda, dándote cuenta de algo que dijiste mal, corrigiéndote, tosiendo, enredándote la lengua, mordiéndote el labio, intentando quitarte algo de entre los dientes con la lengua, tus labios semi-secos a la hora de despertar, tu sombra y tu reflejo en todo lugar. Si tan sólo fueras capaz de admirarte tal cual yo lo hago.

Aunque, quizá, si estuvieras consiente de todo aquello que te eleva a la supremacía, me dejarías. Te alejarías, en miedo, por ser alguien totalmente diferente de quién tú te crees. Irías a paso de vuelta sobre la carretera, sobre las calles en las que no sabes andar, mirando los cielos por los costados, como te encanta hacer todas las veces que puedes. Mirar tan fijamente los árboles como si los estuvieras contando, como si de ello dependiera tu vida, y luego comenzar por los postes, por las nubes, por los edificios, por las aves, por la naturaleza y la ciudad.
E incluso así, marchándote, eres la supremacía, la utopía humana de cualquiera, y que no te des cuenta sólo te hace más irresistible. La suerte de quienes te vayan marcharte, porque será un momento feroz, un momento insólito, casi ahogado, casi imposible de repetir.
Es por eso que mi alma se divide en dos cuando te veo ser algo bello. Se divide entre el miedo y la admiración. El miedo de saber que tal vez ese fenómeno de ver tu cuerpo estirado, tus brazos levantados, tu cara bostezando, se pudiera repetir en algún lado y alguien lo note, y se acuerde, y que quiera llevarte a su lado, para admirar más bostezos tuyos, para descubrir más manías tuyas.

Esas ansias. Ese fastidio de verte ser tú. Ese sentimiento de querer apartarte de ahí, y meterte al corazón. Eres tan desesperadamente con encanto, que frustras cada fantasía por ser tan poca cosa comparada contigo.
Por eso, te abrazo con miedo, te observo preocupado, te espero ansioso, no por miedo a perderte, sino miedo a que te des cuenta, a que se den cuenta, todo el mundo, de la clase de belleza que tengo, que dejo existir por ahí, del olor maravilloso que desprendes caminando sin pena ni gloria por las calles del centro.
Por eso, te beso con sentimiento, para tratar de devolverte una milésima de lo fantástico que se siente tocar sólo la punta de uno de tus dedos. Por eso, te miro mientras duermes, para aguardar porque empieces un espectáculo cada vez más maravilloso, más divino, más inalcanzable. Afortunado, sublime, angustioso, deforme, autónomo.
Por eso te creo, por eso te escucho, por eso eres lo más maravilloso de mi vida. Por los pequeños infartos que me das a diario, y las intrépidas aventuras que narras en voz baja. Por tus detalles particulares, por ser simplemente la mejor obra que he admirado.

Piaciuto o affrontato da...
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