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El nido del yo interno

Parte de la obra "MAOA-L, Poesía de los desafines de un corazón criminal"

Reposa las alas, cansado, el gran halcón, aún con las garras descubiertas, muertas, y me mira borrando su cariño. La neblina lo mira a él, no hay más por hacer cuando de tristeza empiezas a creer en él. Se levanta. Me levanta. Retumban las ramas. Rasguña las lunas. Recuerdo de  momento cuando me tiró del árbol y me golpeé la conciencia. Despierta. La neblina le nubla la vista, pero al final se dispersa. Se le difumina el cuerpo. Atento. Mi pico se rompe, en pedazos destroza momentos. Hermosa, como cuando me alimentaba, pero se degrada y se va. Su firme canto me deja sordo. Me aturdo. Fue duro, hasta que yo lo fui más. Nada ya.

Propio árbol, propio mando. Misma distancia en menos velocidad, pierdo generosidad. Mi neblina no se esparce, se extiende y me cubre. No huye, el miedo es suficiente, aunque miente. Soy lo que él nunca. Me pesa el mundo sobre mi nuca, sin embargo. Reprimo y heredo, hago y enredo.

Me canso. Tengo que reposarme, amortiguarme. Ya es algo tarde, siempre es el tiempo ése. Mis garras se marcan de las batallas, son trofeos con todo y gloria. Sin falta de reconocimiento, no pido, me callo, me siento, se lo que merezco y aparezco. Me mira. Me le acerco. Lo levanto. No tiene lo que necesito, no es ni mi reflejo, avergüenza tras la inmensa. Mi neblina deja de cubrirme y me deja oírle. No puedo, me venzo. Cae como yo lo hice, sin prisas ni con creces.

Cuánta superioridad del viejo halcón, cuánto desperdicio de oportunidad. Inferioridad.

Piaciuto o affrontato da...
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