Dentro de nuestro cuerpo vive, lo tengo claro. Un instinto suicida, cuando nuestras células, muertas de cansancio y no orgullosas de su fracaso, se tiran al vacío sin ningún desdén. Son frías, no se limitan  ni andan suplicando, sino cumplen su función que les ha sido asignada y ya. Admiro eso de ellas; no lo toman personal, saben su error y su algarabía, saben el estorbo que representan y ni se inmutan y ni se niegan, sólo se ahogan, complacidas de seguir procreando una generación pulcra, apta y fuerte. Lo tenemos en nosotros. ¿Qué es difícil de entender?

Las personas se niegan a morir, y por el contrario, tratan de alargar su existencia pese a que no aportan nada útil al sistema de vida del que forman parte. Van contra la evolución, toman medicamentos, se hacen operaciones y se intercambian partes, como si fueran juguetes armados con distintas piezas. Combinan sangres, razas, lenguas y hasta ideas; se vuelven más asquerosos y vacíos conforme van creciendo y se van retorciendo de la incorrecta postura que se crean a sí mismos. Los más asquerosos, los que no planean el futuro y no toman en cuenta el desarrollo de toda la humanidad, son los que más la destruyen.

Mientras compran productos ecológicos, venden genes y los llenan de enfermedades,  y los tiñen de sangre y los revuelven y los hacen débiles. Cómo odio a las células reprimidas. Se creen revolucionarias, pero no son más que mierda barata, consumadas en comerciales de Coca-Cola, marchas de igualdad y crítica social.

¿Por qué no podemos seguir nuestro instinto y ya?

Que mueran los enfermos. Que vivan los sanos. Así de simple y básico. ¡Está en la naturaleza! La supervivencia del más fuerte no es coincidencia y estamos burlándola y escupiéndola y pisándola creyendo que somos dioses creando más dioses, que somos agricultores y que controlamos la vida.

Si no quieren morir todos aquellos enfermos, locos, maníacos, antimorales, libidinosos, religiosos y hombres de palabra y fe, pues que se exhiban como mal ejemplo, como un mal intento de creación y como muestra y prueba del error del “Señor”. Que representen, encerrados y apartados de todo lo que cohíben, el miedo. Que generen pavor de poder liberarse, que sean el virus que está disponible para crear la extinción de la creación. La derrota de los derrotados.

Quiero que “Apoptosis” sea la oportunidad de una vacuna, creada, propiamente, con parte del virus. Que se posen en sus jaulas traslúcidas, que cuenten sus historias y sus manías y hasta sus pensamientos. Quiero que sonrían, que se retuerzan y que se eliminen entre ellos, porque ellos son el cáncer del mundo, son la enfermedad mortal del cerebro social; y entonces necesitan ser extirpados; necesitan ser controlados, encerrados, eliminados y luego desmemoriados.

Tuttavia SOPRAVVIVERE.