Caricamento in corso...

Lettre

Decidimos escribir una carta en nuestros labios. Un beso.
Yo sería el papel, tú tinta.
Nuestro aliento era la inspiración,
el lugar, nuestro sobre.

Lugar y fecha no se plasman. No importan. Son números nada más. En cambio, conviertes a verso el tambaleo de tus pies sobre el pasto, el jugueteo de nuestros cuerpos de adelante hacia atrás.
El destinatario se escribió con la mirada. Observaba esos delgados labios, esas sonrisa nerviosa y tú, trazaste a París entre mis mejillas.
El epígrafe se formó entre nuestras manos, que se cogían temerosas de inexperiencia, un poco húmedas y garabateando con el movimiento de nuestros dedos unas líneas tenues, que usaron de plantilla las arrugas de nuestros dedos.
Tus ojos escribieron el saludo. Breve, emocionante, citando a Shakespeare, a Austen, a Cervantes.
Y luego, comenzaste a escribir;

El primer contacto fue como un cuento. Simple, lindo, divertido. Hicimos de ese espacio una fábula, y dejamos como moraleja un sentimiento impregnado con una gota de saliva en la punta de nuestra boca. Como en la infancia, comenzaste con un “había una vez...” y tu labio superior sobre mi inferior decía “dos amantes.”.
Para el segundo párrafo, me contabas una historia clásica, una novela trágica y romántica. Se podría haber leído el misterio con cada movimiento de tu mandíbula, y explorar un poco la fantasía acariciando la suavidad de tu cuello. Tu perfume se formaba en recitales, en notas de pie.
Hacías prosas con las caricias sobre mi pelo, y yo, incrédulo, me formaba en las filas de tus sinónimos. Emoción, tentación, ansia, amor y entrega.

Tus suspiros fueron verbos: hacer.
El ritmo de tus besos, conjunción: más.
Nuestras promesas se escribieron como preposiciones: entre.
El momentum era adjetivo: eterno.
Nos forramos entre adverbios: ahora. Aquí. Más. Bien. Cierto. Jamás. Quizá.
Dejabas pronombres sobre mi alma. Ésta alma. Los regalos de tu boca eran indefinidos; varios y demasiados. Pero también estábamos siendo posesivos: tuyo. Mío.
Los latidos se habían sincronizado y se convertirían en palabras determinantes: nuestros.
Y al final del cuerpo de la carta, definiste el sustantivo de la misma: AMOR.

Hiciste un saludo final despegando nuestra respiración. Dedicando una mirada esquivada del suelo al cielo.

Firmaste con una propuesta. Firmaste con un regalo, con el corazón.

Y cuando creí que la mejor carta había sido escrita sobre mí, me robaste la vida con un último detalle; Posdata: te amo.
Y cerraste la carta, abriendo un nuevo mundo. La estampilla fue un abrazo y la enviamos directo al paraíso.

Y quedó así, sin punto. Porque pusiste al final de la epístola unos suspensivos. Y supe que continuaría.

Piaciuto o affrontato da...
Altre opere di Joed Galbe...



Top