Tanto, que rojo se tiñó el espacio,
resbaladas y frías, las gotas contaron horas,
preocupada, desolada y pintada,
comenzó a dudar qué era lo que la copa llenaba.
Pensó que sus gotas eran las culpables,
y nació un pecado deseable,
hasta que cuenta se dio,
cuando al fin los ojos ella abrió,
su corazón fue el que derramó,
tanto rojo que cubrió.
Manchó sus manos,
y todo lo que tocaba,
pero fue peor aún,
cómo quedo su alma.