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Paseo por mi Habana

Hoy mi Habana viste lo mejor...

... y cuántas noches sentí,
bajo mis pies descalzos,
los fríos adoquines
de mi vieja ciudad.
 
No era en sueños.
 
Cuando una mitad de mi yo dormía,
la otra mitad viajaba
sin fronteras ni equipaje.
 
A veces mis pasos se dirigían a la Catedral,
donde tocaba tres veces a su puerta
para de ahí, ir directo a la ceiba del Templete
a darle tres vueltas
sin dejar que mis dedos fueran acariciando
su corteza dura,
     gastada,
        llena de lágrimas y deseos.
 
¿Después?
Allá me iba con la Giraldilla
a ver la ciudad desde lo alto
y dejar que el salitre de la brisa
bañara nuestros sueños.
 
Otras veces
era el muro del malecón
quien custodiaba mis pasos...
serenos,
     húmedos...
 
Y me dejaba envolver
por el sonido de la caracola
y el haz del Polifemo
que custodia la bahía.
 
Y así, abrazada a las leyendas
y a los muros de mi ciudad,
me sorprendía el primer rayo de sol.
 
Y esa otra mitad,
presurosa,
regresaba a mi lecho
para poder despertar,
yo, completa,
aún con los ojos húmedos
por el bregar
y sintiendo que cada noche
mi alma,
desgarrada,
trataba de rehacerse
para no morir de nostalgia.

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