#EscritoresEspañoles
Lentos por las aceras, inmóviles en las repisas, aovillados
Hace unos minutos que ha recibido la llamada, y desde entonces no ha soltado el… Qué tristes son las lágrimas de un viejo,
Mujeres como tú son las que consiguen que se declaren las guerras y que algún general
La radio está encendida. Suena la pedorreta de una moto
Tienes veinte años, tienes a la vida por el cuello a tu merced; pero no es suficiente,
No es el de la niñez, aquellas mañanas de diciembre, a lo largo del río, hacia el colegio. Ni se trata tampoco de aquel otro
Es inútil buscarlo. Cuando menos lo esperas, aparece en un bar. Y ya nada es igual en adelante. Un día tocas los dientes de la gloria,
Llora cuanto quieras sobre mi hombro, desahógate, cuenta conmigo para lo que haga falta.
No es que moleste en sí, pero cuesta acostumbrarse. Eso de que vayas por ahí
Llegan y se van sin hacer ruido —como buenos clientes—, luego el tiempo los confunde
Están cogidos de la mano en silencio, bajo los soportales. El niño mira su columpio, muy triste,
En todas las ciudades que he pisado me ha parecido verte: un autobús que arranca y que no cojo,
Tendría alrededor de ochenta años, estaba atascada en un semáforo, como un barquito de vela bajo la tormenta,
Gente exhausta, con la vista clavada en el suelo,
Sale de la marquesina y mira hacia la izquierda; vuelve y reinicia su pequeño “claqueteo” nervioso. No aguanta más, se muere, necesita