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A la imaginaria mujer de la guerra.

Allí, en ese paisaje adormilado
donde seguramente todo se mueve
a ritmo cardiaco esta tu centelleante
figura de diosa venusiana
salida de las páginas de un
confuso literato que te moldeo
con fuego fatuo y libertino,
para apantallar a sus dedos
oblicuos con las lenguas del fuego.

A veces el paisaje no es el paisaje,
es solo una difusa imagen colorida
que llega a mi retina desdibujada
con líneas onduladas
como si se meciera y moviera
la línea del horizonte.
 
Allí, en ese paisaje adormilado
donde seguramente todo se mueve
a ritmo cardiaco esta tu centelleante
figura de diosa venusiana
salida de las páginas de un
confuso literato que te moldeo
con fuego fatuo y libertino,
para apantallar a sus dedos
oblicuos con las lenguas del fuego.
 
Si no fuera porque aprendí
a reconocerte aun en esa parodia
en que te has convertido,
me habrías confundido
y estaría yendo detrás de ti.
 
Oh mis pesos y contrapesos no son mas.
He agotado mi respiración
y solo tengo al arcano.
La tentación del beso
se ha quedado en el cáliz de tu copa.
 
Te debo la reñida piedra,
la augusta semilla de tu vientre.
Vendrás luego a buscar
tu hoja de vida en el
archivo de Word que quedo
en el disco de memoria
de la PC que compartíamos.
 
Si, aun somos mortales.
Hemos leído mucha basura.
Saltamos los linderos
de nuestras propias palabras.
Ahora estamos justo
debajo del prisma de
una estrella que se apaga
y deja su estela de luz
para convertirse en
el muro de otro cuerpo.
 
Recuerdo tu apagada voz
viajando en sonetos,
alzándose en estridentes
discursos donde el sócalo
amurallaba el sonido
hasta convertirse en
eco retumbante
como elooondel mar.
 
Era tu mantra viajando
por la corteza terrestre;
buscando refugio
como un fluido enjundioso
de sonidos onomatopéyicos.
 
El susurro toma forma
y se hace voz, silbido, canto.
Luego llanto, espuma de mar.
Estas allí para parir una
sonrisa sazonada con la sal del mar.
Desde el oído de Poseidón
te asienten las sirenas
de mar y elevan oraciones
devotas azuzando tu canto.
 
Hoy. Y no ayer y, no mañana
me vuelco a la mata
de tu cabello para
enredar el silencio.
 
Para morir en el
frontispicio de tu mirada.
No puedo llamarte por tu nombre.
Es demasiado largo
y histórico para recordarlo.
 
Me gustaría que te
hubieras llamado Eva o María,
pero llamarte Guerrera
es demasiado para mi.
 
Prefiero un nombre
mas cómodo para el mármol
de esas pérfidas letras;
pero allí caben todas las muertes
y todos los ríos de sangre
y todos los mares de angustia
que se erigen de sus raíces etimológicas.
 
Tu beso blanco,
tu beso moreno,
tu beso degollador
busca una lengua fresca,
tierna, voluptuosa
para asediarla con
putrefactos gusanos
y engullir la sabia
del vientre que crece
como el trigo sediento de sol.
 
Allí plantaré tu semilla
como quien siembra
corazones para que nazcan rosales.
Luego moriré
junto a tu escuálido traje de reina.
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