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NO PUDE NEGARME

Trataba de buscar su compasión pero la otra mujer habló con amargura: Nada justifica, hemos estado en esto como hermanas. Desde un principio te dije como era, debiste haberte alejado era un asunto de vida o muerte. Desde el mismo momento en que te llevó iba a dejarte impregnada siempre lo hace; con solo haber volteado las espaldas nos hubiéramos ahorrado esta lucha que no fraterniza.

Parecía no haber ninguna empatía entre ellas. Se miraron como si fueran a pelearse. La mujer del moño era insípida, algo ríspida para el gusto del común de las personas. Estaba sentada en una de las pocas bancas desvencijadas de la sala, el mobiliario era muy pobre. Apoyaba su mejilla sobre una de sus manos con el codo de soporte en un ángulo de 45 grados. Sus ojos parecían bailar una suave tonada e iban de allá para acá recorriendo mustios el poco espacio de la sala.

La otra mujer era alta, vestía una falda ancha de color cafe y una blusa marrón con flequillos alrededor del pecho. La mujer estaba en el otro extremo y tenía a un niño de brazos. La miraba azorada mientras trataba de callar al niño que lloraba. No, no quiero ni siquiera pensarlo, dijo pausadamente la mujer del moño mirándola con sus ojos aviesos. –Eso no puede haber ocurrido–. Tú debiste haberte negado. La otra mujer siguió sin inmutarse. Pareció no escuchar las duras palabras e ignorar los aguijones de la mirada de la otra mujer.

No supe cuántos minutos estuvieron envueltas en esa atmósfera tensa. Finalmente la que estaba siendo increpada dijo: No puede negarme el lo quiso. No había convencimiento en sus palabras, sonaron hueca, estériles insonoras. Las mujeres cuando llegue me ignoraron. No se habían fijado que hace rato había entrado y me había quedado ingrávido escuchandolas. Era una tarde de sol muy calenturienta, las lenguas de fuego saltaban y hacían chispas en las hojas secas que en cualquier momento se produciría un gran incendio. Trate de avanzar hasta el pequeño balcón que daba a la sala. Desde allí podía escucharlas. La mujer del moño alzaba la voz. Mientras que la que tenía el niño parecía indignada. Mas de una vez la otra alzó la voz recriminándola. Debiste haberme contado todo masculló tomando nuevamente al niño. Ya te dije que no pude negarme, dijo con voz tenue y entrecortada la otra mujer.

De repente la mujer del moño cambió de posición y alzó la mirada. Apenas estuvo frente  le dijo. Tú crees que me fue fácil. He estado casi muerta todo este tiempo. No he podido echar un ojo. Aun relamo su piel como si fuera solo hace unos momentos. No te lo había podido decir solo hasta ahora. Nunca tuve nada que ver en todo esto. Lo hice porque el me lo pidió. Esto nada tiene que ver contigo ni conmigo. Solo no pude negarme. Tú sabes que hay cosas que por mas que quisiéramos evitarlas aparecen como fantasmas. Esta fue una de esas cosas. A mi también me angustia y tal vez mas que a ti. Ahora no puedo volver con los míos. Esto me marcará para toda la vida y no podré arrancarme la piel y cambiar de fisonomía como quisiera. He estado hiriéndome para saberme viva, si dejo de hacerlo moriré.

Trataba de buscar su compasión pero la otra mujer habló con amargura: Nada justifica, hemos estado en esto como hermanas. Desde un principio te dije como era, debiste haberte alejado era un asunto de vida o muerte. Desde el mismo momento en que te llevó iba a dejarte impregnada siempre lo hace; con solo haber volteado las espaldas nos hubiéramos ahorrado esta lucha que no fraterniza.

Buscaba herirla. Habría podido golpearla pero la hería con la dureza de las palabras. Su fisonomía se hacía mas adusta a cada momento sin embargo no se le acercó demasiado. La otra mujer bajaba la mirada de vez en cuando pero la volvía alzar para mirarla a los ojos. Después de un rato las dos mujeres se callaron, hicieron una pausa a sus reproches. La mujer que cargaba el niño le dijo. Te tienes que ir no quiero que te encuentre aquí. Jamás debe saber que estuviste aquí. Tampoco podre volverte a recibir, no se que será de tu vida pero es mejor que te alejes lo mas que puedas, debes poner distancia de hoy en adelante.

La mujer que tenía apoyada las mejillas en sus manos se alzó sobre el asiento y asintió con la mirada y se dispuso a partir. Antes de irse volvió a decirle: él lo quiso no pude negarme. Hubiera querido que todo esto solo fuera un sueño pesadilla, pero la realidad es mas dura que la fantasía y que la irrealidad. Todos estos años he vivido en el andarivel y el trasiego de la piel de los otros y dejé de vivir para mi. Construí la grávida de muchos terraplenes solo para andar descalza sin la palaciega vida que pude tener. Pero en fin tienes razón no seguiré viviendo en los hilos de los otros. Tal vez me acusen de misógina pero es mi identidad y debo cebarme en ella a lo mejor logre olvidar todo esto.

Sentí como se desvanecían e iban yéndose de la habitación bifurcándose hacia otros lares por diferentes caminos. Apenas entré la sala estaba vacía, no vi a ninguna de las dos. Aun se escuchaba sus voces yendo a favor del viento viscoso y salamero de la tarde. No supe si las mujeres disputaban los jirones de una aventura o reñían por sentimientos encontrados. Alguien diferente salió a saludarme y olvide los reproches.

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