Si la guerra fuera el ejercicio del amor
Quisiera que la guerra fuera
el ejercicio del amor para
que tantas guerras terminaran
en abrazos y buenaventuras.
Para que tantos pueblos
que blanden sus espadas
las conviertan en arados
y siembren sus campos
de hortalizas y rosas
y luego llegue la gran vianda.
Todos sentados a la mesa
para entonar las gracias
al dueño de la tierra,
que no son ellos ni son los otros.
Sino que es aquel
que se las dio no para
que la sembraran de cadáveres,
ni regaran el suelo
con la sangre de sus hijos,
sino para que la disfruten
y la llenen de vírgenes
y la pueblen de hombres
y mujeres santos.
Quisiera que la guerra
fuera el ejercicio del amor
para que israelitas y palestinos
cenen juntos la Pascua.
Para que los chicos crezcan
a la ribera del Jordán
cantando canciones de viña,
hurtando sonrisas a las niñas.
Si solo la guerra fuera
el ejercicio del amor
habría mas noches de luna
sin cohetes ni sonidos
de guerra en el limpio cielo del Oriente.
Si solo la guerra fuera
el ejercicio del amor
negros y blancos habrían
echado abajo sus diferencias de color
y fueran una sola raza.
Habrían pactado su santidad
bebiendo sus odres
en un disfrute de noche de embeleso.
Si solo la guerra
fuera el ejercicio del amor
las letras no se tiñeran de rojo,
ni se volvieran violentas
echando raíces
de llanto y dolor
en tantas páginas blancas
que se vuelven adoloridas y descoloridas.
No hay vencedor en la guerra.
Solo hay guerra y destrucción.
Si solo la guerra
fuera el ejercicio del amor
Nínive no se destruiría.
Si solo la guerra
fuera el ejercicio del amor
el llanto de millones de madres
cesaría y tendríamos de vueltas
a los padres con una alforja
de semillas en vez
de un rifle y un puñado de balas.
Hay si solo la guerra
fuera el ejercicio del amor
habría nacido en un mundo sin guerra.
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