El País que no es
Es País que amé cuando te amé,
ya no es,
tampoco es el amor
que profusamente procuramos
entre la sal marina del malecón,
ni el vendedor de helados
que repicaba sus campanas,
con el que refrescabas
tus labios resecos de mis besos y del sol.
Ya no es la doñita, que en el portal de su casa
gritaba cuando caminaba apenado,
desde el otro lado de la acera
que vinera a limpiarme las lagañas con café.
Tampoco son los amigos que tuvimos en común,
ni nuestros deseos de futuro,
ni tu mirada alumbrando mi camino a la parada,
ni mi espera a la salida tu clase de contabilidad,
ni la lucha clandestina, las huelgas de hambre,
y las noches escondidos en la catedral,
ni el recuerdo del dolor que te dejé.
El País partió con nuestro olvido,
se lo llevo la vorágine,
perros rabiosos rasgaron su vientre,
trincaron su sangre.
Hicieron fuego con sus huesos,
pretendieron borrar su historia,
nos convirtieron en diáspora
El País agonizó
para nacer de nuevo,
sus calles vacías,
esperan el llanto pendiente,
que enjuague las calles vestidas de sangre y esperanza,
de otros será su futuro,
de todos fue el dolor.
Nuestro amor agonizó
para germinar en olvido
Sus memorias oníricas
golpean areniscas sombras,
reverberando inconscientes
en el silencio
de una mirada incidente.
Todavía amo a ese País
que ya no es,
como todavía amo tu mirada curiosa
y el viento fresco
que emanaba de tu sonrisa.
Todavía amos la algarabía de las calles
que caminé con hambre del mundo y de ti.
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