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Almuédano

Náufrago en tu pupila,
para descansar del oleaje agitado del mundo.
 
Tu piel de mar salado
perfuma la memoria
con ecos de caracolas dormidas, nuestro almuédano.
 
Allí, refugio de mar.
Nuestro hogar.
Refugio de centollas asustadas
mascarones de proa olvidados,
conchas de caracoles desteñidos, rotos,
sirenas perdidas,
algas marinas secas,
restos de naufragio,
atardeceres violetas y cangrejos sedientos.
 
Navegué en el laberinto de tu pelo a ciegas,
con el tacto en mis labios
con el perfume ardiente de gaviotas en vuelo
con el grito de un anzuelo
con velas de viento huracanado
Viajé sin anclas ni licencia
perdida y reencontrada en un desmayo de besos
de vuelta en el olvido del tiempo
como un bucle de arena en un inmenso desierto
 
Navegamos
en la sequía de los días mudos donde reina el olvido
en una sábana de olas que nos reclama:
lo inesperado del atajo,
la fisura de un orden establecido,
el caos avasallante de dudas,
el oxímoron.
 
Naufrago a diario en un mundo sin rumbo
con un timón de poemas.
Soy un náufrago en un océano de palabras olvidadas
que tira la red para pescar
arcaismos herrumbados y versos sueltos
como esa bolsa de pescaditos rotos que comía de niña
buscando formas perdidas.
Soy el amuedano de esas palabras
que ya no se pronuncian pero
que desean volver a ser dichas.

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