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Órbita de la inquietud, un universo liberado en su brevedad

La paradoja, decididamente, es esencia del discurso poético. Todo poema, en sí, siguiendo al punto con las definiciones, es una paradoja. Ella nos distancia de los criterios y opiniones del hombre diario, funda el poema y lo sostiene. No existe poema sin paradoja. Sólo son inteligibles cabalmente fenómenos y cosas del mundo supraconsciente al través de ese rejuego misterioso encerrado en el contrasentido, zona de convergencia entre el ser y el no ser, entre la lógica y el absurdo, entre lo que pasa y lo que permanece, entre la ausencia y la ubicuidad. Por ella, la poesía se atreve a nombrar; sin ella, quedaría en aproximaciones, en franco merodear de siluetas y contornos.

 Este libro de Claribel Díaz es historia de vívidas sensaciones vividas y desvividas, inventario exacto de ansias aprisionadas que se liberan abruptas, borbotón de respuestas emocionales.

  La proverbial expresión de Gracián—referida a que lo bueno, siendo breve, resulta dos veces bueno—encaja fielmente en el poemario Órbita de la inquietud (Obsidiana Press, 2010), de Claribel Díaz, poeta distinguida entre las últimas generaciones de escritores dominicanos por ambas razones: por el decir y por la contención; poeta representativa del grupo de escritores residentes en el exterior de la República que dan brillo, desde lejos, a las letras nacionales.

  Brevedad general del libro como libro, de las secciones o capítulos que lo componen, de los poemas en sí, de imágenes e ideas: motivo de auspicios favorables porque, en resolución, poesía es arte quintaesenciado, fundamento y extracto de todas las demás artes, compendio cabal de cualidades, calidades, impresiones, emociones, actitudes, aptitudes, deslumbramientos y sombras que revisten al ser, emanaciones de su ajustada naturaleza... No valga animosidad gratuita contra el poema o la expresión extensos, solo reconozco lo siguiente: todo gran poema es breve, por cuanto expresa y justifica en sí mismo el universo completo de sus posibilidades.

  Allen Ginsberg o Walt Whitman o José Alejandro Peña, por ejemplo, exhiben maestría técnica en renglones «de largo aliento», extensión considerable si se aprecia desde un inventario de palabras e ideas asociadas, pero breve si se compara—por decir algo vago—con la vastedad del universo... que igualmente, por lo demás, es breve, tan breve que podemos contenerlo entre las paredes de un concepto, o que bien alcanzaríamos a definir como sucesión infinita de infinitas brevedades. Breve en su infinidad. Como la Poesía.

  Claribel Díaz, poeta y amiga: tu libro es razonablemente breve; breve (y para decir esto tendría que apoyarme en un texto de otro de nuestros principales poetas, José Mármol), breve «como tú».

  Claribel Díaz, esteta y enigma: en tu libro, y en ti—¿metonimias, heráldicas, simbologías?—, lo representado se funde con lo representante y (para decir esto tendría que apoyarme en el texto de otro de los principales poetas españoles) «poesía eres tú».

  Órbita de la inquietud es un universo liberado en su brevedad. En él encontramos un cúmulo de emociones girando alrededor... ¿de qué? ¿de quién?  ¡Fácil saberlo!  La angustia, el existir, el espacio, el tiempo, el nombre de lo indecible y el dicho de lo innombrable inscriben la circunferencia... que  en su centro—punto mágico que determina ángulos y perspectivas—contiene una sombra, un instinto, una silueta, un amor, una percepción de ser desencontrado.... (No diré: «de amor imposible», porque en definitiva... todos los amores lo son.)

  Escribe nuestra poeta:

“A cada lado de esas manos hay un nudo,
rémora del recuerdo.
En la punta de cada cabello hay motivos
que hielan como el escozor de las agujas
y en cada uno de sus bordes te eriges
negando la verdad de que no existes”.

  Como si dijera, providencialmente: «Solo prevalecen, o son,  los amores que fueron». Y también:

Esos sueños giran en espiral
como el lugar que recorren,
te encuentran con los pies al frente
inventando la travesía que ya no es posible
porque el intento va delante tuyo.

  Órbita de la inquietud, libro que a todos nos conmina, como dijimos, es historia de vívidas sensaciones, borbotón de respuestas emocionales, intelectuales y psíquicas que se resuelven en enunciados de aparentes contradicciones y resueltas tautologías. Traduciremos aquí al lenguaje ordinario el substrato de tales proposiciones, al menos de algunas:

a) Como el tiempo, te marchas y permaneces;
b) Como mi propia mano, existes porque existo;
c) Como las sombras, apareces y te desvaneces...

  Tal el torrente poético... Y cito:

“Esos árboles que vienen
con los hombros en pedazos
traen una historia de buitres consigo.
Se aproximan husmeando por tu sombra
y cuando te alcanzan te lían por el torso.
Por tu talle sin huesos se derraman
hasta enredarse a los pies de la espera.
Tanto aprietan que silencian,
estiran, sacuden y te empujan
a encontrar la pared o la caída”.

  En cuanto al aspecto técnico, notorio en Claribel Díaz es el uso consistente de la paradoja como recurso estilístico. Así, como elemento de forma, lo vería un estudioso de la retórica. Yo quiero ver, y veo, en la paradoja una piedra angular del discurso poético, una columna fundacional colocada en el mismo rango (¡y sospecho que en otro aún más privilegiado!)  de aquel que los tratadistas han asignado al ritmo o a la metáfora. La paradoja, decididamente, es esencia del discurso poético. Todo poema, en sí, siguiendo al punto con las definiciones, es una paradoja. Ella nos distancia de los criterios y opiniones del hombre diario, funda el poema y lo sostiene. No existe poema sin paradoja. Sólo son inteligibles cabalmente fenómenos y cosas del mundo supraconsciente al través de ese rejuego misterioso encerrado en el contrasentido, zona de convergencia entre el ser y el no ser, entre la lógica y el absurdo, entre lo que pasa y lo que permanece, entre la ausencia y la ubicuidad. Por ella, la poesía se atreve a nombrar; sin ella, quedaría en aproximaciones, en franco merodear de siluetas y contornos.

  Y en ella (en la paradoja) desborda  nuestra poeta su maestría:

“Todo lo que me circunda está lejos
como el eco de tantas voces que se apagan”.
                                    (Imposibilidad de los días)

“...en el mismo centro de lo efímero
gravita la eternidad”.
                      (Imagen del escrutinio)

“–¿Y esa pausa?
Esa pausa no es un respiro,
es una prisa”.
                 (Incertidumbre)

“Estás cerca y no te encuentro
pues ando dando vueltas
entre lo conocido y lo extraño”.
                           (Imprecisión en el peldaño)

“Innombrable, | eres el nombre".
                              (Desde la poesía)

  Órbita de la inquietud comprende en realidad tres órbitas superpuestas, las tres secciones en que se divide la obra: Órbita del ser, Órbita del tiempo, y Órbita de la inquietud, que da título al libro. Representan un recorrido lógico sobre el cual podría elaborarse el presente axioma: «El ser en el tiempo genera una inquietud», o lo que es igual, esta vez expresado en forma de ecuación matemática creada con convencido asomo de inexorabilidad:

Ser + Tiempo =  Inquietud

Inquietud existencial que Claribel Díaz sabe expresar en lenguaje depurado. Hallémosla, si no, devolviendo el silencio «como al temblor que se congela en la frente/ o como a la gota que se equilibra/ en el vértice de una espada.»  Expresión virgen, impoluta... ¿debo explicarlo?, que no ha sido tocada por las manos impúdicas de la ordinariez o la cotidianidad.
Inquietud espiritual, carnal a veces, que aspira a precisar el lugar de su existencia. Nos dice este poema extraordinario,  A contraluz:

“Desposeída, extraviada, | con otra piel y con otro rostro | me despierto.
Vuelvo al resquicio de la memoria, | a la palabra, | a la urgencia ineludible de tu boca, | al desvarío o a la pregunta: | por qué no soy si te presiento".

Nótese la final interrogación; interrogación que desenvuelve  y desafía la clásica deducción cartesiana, la que hallaremos—¡prístina!—al hacer ejercicios de lógica inductiva. Pero, para allanar las cosas, y para seguir a la poeta, y para preservar la magia de los encantos estéticos, extendamos aún más la deducción original:

Cogito, ergo sum... Pienso, luego existo... Siento, luego existo... Presiento, luego existo... Amo, luego existo... Entonces, ¿por qué no soy cuando te presiento, cuando te amo y cuando existo?

Otras obras de Leopoldo Minaya...



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