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Vestigio del pasado

Fragmento del Pequeño Diario

Último día, Marzo 15 de 2011 11:43 p.m.

Todo cambió y  no me di cuenta, adiós febrero, adiós vida mía…

Tú eres un vestigio de mi pasado, el más reciente, el más lejano.

Ya la vida no es la misma; vuelvo a ser un extraño, un nómada, un desarraigado.

Yo nunca me fui, me quedé y de tanto quedarme, solo me quedé… y  de no ser por ti, mi vestigio del pasado, la memoria toda habría perdido.

Anoche, en un arranque de  nostalgia y de tiempo de sobra, volví a escuchar mi música, tus canciones, que son yo mismo, mi mismo yo, mi identidad, mi propia historia.  Recordé lo solo que me quedé, lo solo que me siento. Me acordé de ti, de mis amigos ausentes, de los que pensé eran mis amigos y por los que daría lo que sea. Me acordé que me quedé, que nunca me fui; todos se fueron, excepto tu.

Mi vida cambió. Me he vuelto un funcionario, condenado a un horario, a una rutina; rodeado de gente desconocida. Sin referentes, sin nada ni nadie, excepto tu, mi vestigio del pasado. Tu, mi recuerdo a veces lejano.

No tengo a quien escribir. Ya nada, ni nadie me inspira, volví a invernar, a dormir. Mi corazón, la bestia, fue sosegada. La fiera de dolor –que es mi corazón– una vez más fue derrotada,  sin pena ni gloria. El demonio desatado, sentimiento antiguo y doloroso, volvió a ser consumido y devorado, yo con él.

Anoche, cuando escuché  las canciones en las que dejé rastros de mi vida, me sorprendió no tener un rostro que imaginar, mientras escuchaba. La cabeza y el corazón vacíos otra vez. Este es el castigo, volver a estar en paz, la paz de los muertos. El corazón convertido en tumba. Me siento tranquilo, pero muerto, un espectro, una sombra en la que ni los recuerdos habitan ya.  Un funcionario que se sienta once horas al día, en una silla, a vegetar, a vivir como una persona decente. Trabajando, eso si, ganándose la vida –muerte–  dejando que el tiempo pase, sin dejar rastro de nada y de nadie. Ya ni siquiera de ti, mi vestigio del pasado, que poco a poco se diluye.

Nunca tomaste en serio mi invitación. ¿Y sabes algo? Eso  me ha dolido, pues nunca quise entender lo evidente de tus razones. Pero bueno,  para mí eso ya es un acto inútil. “Jamás será”, es ahora mi lema. A partir de este momento, abandono esa frase que me decía: “algún día será”. La dejo porque nada es para siempre.  Ya no te espero. Ya se impuso el verdadero fondo, aunque la forma siga siendo la misma. De todas maneras,  me quedo con lo más hermoso que tengo: tu amistad y lealtad. Fuiste la última, la que se quedó, la que aún sigue a mi lado, aunque con los días contados.

Por ahora, dejaré que el tiempo y la rutina hagan su efectiva labor. Que sigan transformándome en un ser normal, en un hombre de bien, maduro, tranquilo, estable y adulto. Asumiré el rol que el destino me dio y que el mundo espera de mí. Venció la razón, ya en este mundo los románticos, los amorosos sobramos. Mis canciones se quedarán en el olvido, ya no tienen sentido, no tienen destinatario, ya no hay dirección ni rumbo. Por eso me sorprendo al escucharlas sin rostro, sin sentimiento, sin piel ni  aroma. Me entristece dejar todo eso, como si no hubiese sucedido.

De todas maneras, aquí sigo  porque tú también sigues.

No sabes cuánto te he querido.

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