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CAMINANDO ENTRE FRESNOS

Al final del Ocaso,
paseando en el sendero boscoso,
se vislumbra el violeta claro del poniente,
 
donde se esparcen luceros
que parecen vibrar en el aire,
 
envuelto en el suave perfume
de los fresnos y la tierra húmeda
donde crecen.
 
Los devas luminosos entre las
sombras arbóreas se traslucen.
 
He llegado andando,
con mi corazón cansado,
hasta este recodo que gira
adentrándose en el bosque;
 
Que parece susurrar monótonamente,
una dulce llamada hacia la muerte.
 
En mis ojos acostumbrados a la nocturnidad
palpita una mirada triste;
 
No me acerca la soledad a mi misma,
sino a la creación, a la propia fuente.
 
No soy más que otro pequeño animal,
más vulnerable, más perdido, más en vilo
por sobrevivir si cabe, que cualquier otro
que aquí habite.
 
Y ellos también están solos.  No lo olvides.
Existen pocas especies sociales y los que lo
son, no mantienen lazos demasiado fuertes.
 
Pero ninguno muestra un antagonismo
tan violento, un desprecio y una indiferencia
tan grandes...
Como el ser humano muestra por sus semejantes.

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