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La que de humana solo tiene mi mirada

Frutos y ópalos nevados para mi niño.
 
Madre entre sueños aparecía y desaparecía.
Siempre recordaré aquel perfume de manzanas.
Algarabía y viento sus cabellos perfumados.
Yegua del oprobio ato a tus ancas mi destino.
Me sumerjo en tu sexo misterioso para ser
el agua del mundo.
Ruedo sin par por tus entrañas.
Bebo de tu sangre las esmeraldas
y huyo en dirección al Universo.
 
Madre no me detengas
soy un niño con los ojos
puestos en el cielo.
Nací para cabalgar
las más poderosas hembras
del siglo que agoniza.
 
Beso tu frente
y en ese beso entrego
tu sexo luminoso y generatriz
a la prehistoria de mi ser.
 
Consigo con ese gesto mi libertad
y me hundo y vuelo a toda máquina
para que la poesía toque la razón.
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