Luz y sombras
I
Fueron mis manos las que lo supieron.
Las que sin querer tocaron tu cabello, sólo un instante,
y mantuvieron el secreto, y aguardaron su tiempo.
Y también fueron ellas las que te amaron,
las que le dieron a tu piel lo que nada más se puede expresar
en una caricia, en mil, en la última tarde de tu amor.
II
Fue como si el sol supiera que jamás regresaría,
que jamás volvería a dar su luz, su calor.
Por eso su último atardecer fue el más hermoso, el más suave,
el más apasionado, el más tierno, el más intenso...
Nunca había sentido así sus colores.
Su luz acarició al cielo, diciéndole adiós.
III
... ¡Todo es tan oscuro!
IV
Y cuando hay oscuridad también hay frío y soledad.
Y terminas por caer en el vacío de los gastados recuerdos,
impresa en un papel, guardado en un cajón...
Y te quedas con sus recuerdos, aferrados a ti,
aferrándose a ser reales y los conviertes en sueños y esos sueños en lágrimas.
Y acabas por entender que no son más que eso: recuerdos.
V
¿Qué hacer entonces con todo lo que tengo, con todo lo que tenía para ti?
Aquí está, dentro de mí lo siento, fresco, vivo;
recorriendo mi cuerpo y mi alma, buscando su lugar.
Le haz cerrado tu puerta, la que creí siempre abierta...
VI
Así que abre la puerta, antes de que la oscuridad selle la mía...
VII
Bienvenido sol.
¡Qué hermoso es el amanecer!
(1992)
