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Con mi tres o con su cuatro,
cante, Juan Bimba,
yo lo acompaño.
 
—Canto en Cuba y Venezuela,
y una canción se me sale:
¡qué petróleo tan amargo,
caramba,
ay, qué amargo este petróleo,
caramba,
que a azúcar cubano sabe!
 
¡Cante, Juan Bimba,
yo lo acompaño!
 
La misma mano extranjera
que está sobre mi bandera,
la estoy mirando en La Habana:
¡pobre bandera cubana,
cubana o venezolana,
con esa mano extranjera,
inglesa o americana
mandándonos desde fuera!
 
¡Cante, Juan Bimba,
yo lo acompaño!
 
—Zamora, véngase acá,
tráigase sus huesos juntos,
y dejando a los difuntos
camine y despierte ya.
Aquí este bojote está
muy parecido al sesenta:
el que puede, se calienta,
el que no, se pone a enfriar,
y a la hora de contar
todos enredan la cuenta.
 
¡Cante, Juan Bimba,
yo lo acompaño!
 
—Ando a pie, bebo parado,
me buscan cuando hago falta,
 
y mi cobija es tan alta
que duermo sobre ella echado.
Éste es mi canto cerrado,
que en vez de cantar recito;
ahora lo digo pasito,
porque es cosa suya y mía,
pero así que llegue el día,
en vez de cantar, ¡lo grito!
 
¡Grite, Juan Bimba,
yo lo acompaño!
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