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Extraviadamente
amantes, por el mundo.
¡Amar! ¡Qué confusión
sin par! ¡Cuántos errores!
Besar rostros en vez
de máscaras amadas.
Universo en equívocos:
minerales en flor,
bogando por el cielo,
sirenas y corales
en las nieves perpetuas,
y en el fondo del mar,
constelaciones ya
fatigadas, las tránsfugas
de la gran noche huérfana,
donde mueren los buzos.
Los dos. ¡Qué descarrío!
¿Este camino, el otro,
aquél? Los mapas, falsos,
trastornando los rumbos,
juegan a nuestra pérdida,
entre riesgos sin faro.
Los días y los besos
andan equivocados:
no acaban donde dicen.
Pero para querer
hay que embarcarse en todos
los proyectos que pasan,
sin preguntarles nada,
llenos, llenos de fe
en la equivocación
de ayer, de hoy, de mañana,
que no puede faltar.
De alegría purísima
de no atinar, de hallarnos
en umbrales, en bordes
trémulos de victoria,
sin ganas de ganar.
Con el júbilo único
de ir viviendo una vida
inocente entre errores,
y que no quiere más
que ser, querer, quererse
en la gran altitud
de un amor que va ya
queriéndose
tan desprendidamente
de aquello que no es él,
que va ya por encima
de triunfos o derrotas,
embriagado en la pura
gloria de su acertar.
Preferido o celebrado por...
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