Cargando...
Si una chispa conservas, patria mía,
      De tanto anhelo y tanto
Sublime ardor como en el pecho ardía,
El oído y el alma da a mi canto.
 
Que si en las sombras de la edad pasada
       Se ha eclipsado el profeta,
De pie en la roza que la mar horada,
Nuncio de la verdad, queda el poeta.
 
Y cuando avanzas plácida, ceñida
      De albo azahar la frente,
Al festín rumoroso de la vida,
Sabe decirte a su pesar, ¡detente!
 
No escancies sin temor, cual otras veces,
      Rubio champán que embota;
Teme encontrar entre las dulces heces
Más amarga esta vez, candente gota.
 
No repitas con labio tembloroso
      La alegre cantilena;
Turbar pudiera el ritmo cadencioso
El duro rechinar de una cadena.
 
Cuando volaste a desigual batalla
     Sonó ante un Dios tu acento;
Ya depusiste la acerada malla,
¿Has cumplido hasta el fin tu juramento?
 
Una raza infeliz, que el mundo nombra
     Con lástima y espanto,
De tus regios palmares a la sombra
Vive de afrenta y de dolor y llanto.
 
Humana grey asustadiza y tarda,
    Que se vende a vil precio,
Que disputa a la fiera que la aguarda
El miserable pan de tu desprecio.
 
A quien hostigas, como a torpes hienas,
    Con tiniebla y tormento,
A quien chupas el jugo de sus venas,
A quien robas la luz, el pensamiento.
 
Su tálamo es cubil donde se engendran
     Los terrores sombríos,
Sus mentes, ignición donde se acendran
Los crímenes sin voz, lentos y fríos.
 
No apartes la mirada vacilante
     De la abyecta caterva,
Es su hálito mefítico y jadeante
La atmósfera de plomo que te enerva.
 
Con ella vas uncida, doblegada
     La frente al propio yugo,
En su mismo patíbulo enclavada,
Y eres víctima suya y su verdugo.
 
Mientras de su apiñada muchedumbre
     El ay blasfemo vibre,
En vano alientas a escalar la cumbre,
Que ni grande serás, ni serás libre.
 
Gozos finges en vano a tu existencia,
     Cuando en tu pecho gimen
La tempestuosa voz de tu conciencia,
El espectro implacable de tu crimen.
 
En vano a tu interior y sorda guerra
     Frágil engaño fraguas;
Inunda, inunda tu manchada tierra
De redención con las lustrales aguas.
 
Empeño tal, en gloria tan fecundo,
      Es digno de tu nombre,
Obra mayor que sojuzgar el mundo
Es de un ciervo infeliz hacer un hombre.
 
Haz que un próximo sol, cuando fulgente
      Tu limpia esfera suba,
Ponga esa aureola al fin sobre tu frente.
¡Tal será tu rescate, oh Patria, oh Cuba!
Otras obras de Enrique José Varona...



Top