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A Enrique Díez-Canedo.

I

 
Desde mi ventana,
¡campo de Baeza,
a la luna clara!
 
¡Montes de Cazorla,
Aznaitín y Mágina!
 
¡De luna y de piedra
también los cachorros
de Sierra Morena!
 

II

 
Sobre el olivar,
se vió a la lechuza
volar y volar.
 
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.
 
Y la encina negra,
a medio camino
de Úbeda a Baeza.
 

III

 
Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.
 
San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía
del velón de aceite
de Santa María.
 
La Virgen habló:
—déjala que beba,
San Cristobalón.
 

IV

 
Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.
 
A Santa María
un ramito verde
volando traía.
 
¡Campo de Baeza,
soñaré contigo
cuando no te vea!
 

V

 
Dondequiera vaya
José de Mairena
lleva su guitarra.
 
Su guitarra lleva,
cuando va a caballo,
a la bandolera.
 
Y lleva el caballo
con la rienda corta,
la cerviz en alto.
 

VI

 
¡Pardos borriquillos
de ramón cargados,
entre los olivos!
 

VII

 
¡Tus sendas de cabras,
y tus madroñeras,
Córdoba serrana!
 

VIII

 
¡La del Romancero,
Córdoba la llana!...
Guadalquivir hace vega,
el campo relincha y brama.
 

IX

 
Los olivos grises,
los caminos blancos.
El sol ha sorbido
la color del campo;
y hasta tu recuerdo
me lo va secando
este alma de polvo
de los días malos.
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