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XLIII

 
Para que el alcanfor de la palabra
destiña el color de la memoria,
en secreto te escribo, abracadabra,
un soneto, el primero de tu historia.
 
Ya que el cemento pone en mi camino
el guantecito azul de tus antojos,
yo lo recojo en nombre del padrino
de la niña más cursi de mis ojos.
 
Y como tengo el vicio de extrañarte
y el mono de las ganas de achucharte,
por tus cuatro solsticios y el que viene,
 
he hilvanado estos versos que mañana
te dormirán al ritmo de la nana
para dormir a la princesa Irene.
Preferido o celebrado por...
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