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Salutación

Mi señor don Francisco de Quevedo y Villegas,
que con el verso esgrimes y con la esgrima juegas,
haciendo –para orgullo del verso y de la esgrima–
donaire del acero y acero de la rima:
 
caballero bizarro de las nocturnas bregas,
sabias prosas y empresas galantes y andariegas;
cuya torcida planta huella la noble cima
cortesana y el fondo canalla de la sima
 
plebeya, con la misma genial desenvoltura:
hidalgo aventurero de múltiple aventura
(amor, poder, intriga, presión, peligro), terso,
 
leal, como tu espada de amigo y de enemigo:
en mi siniestra Torre de Juan Abad bendigo
tu nombre, Caballero se Santiago y del Verso.

Alfredo Arvelo Larriva , el más grande de los poetas venezolanos del Modernismo, empleó con gran maestría el lenguaje ingenioso, como era frecuente en los poetas modernistas. Ese ingenio se ve muy bien en este soneto, escrito en la cárcel, que Arvelo Larriva dedicó a don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), uno de los más grandes poetas españoles de siempre, quien tenía fama, bien ganada, de ser, además, muy galante y un esgrimista consumado.

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