XLVIII
¿Cómo vidriar, tan lejos del teatro,
los azulejos de verte y no verte,
cómo ser dos en uno (y dos son cuatro)
los vivos que blasfeman de la muerte?
¿Qué cuentas de collares, Marepena,
contaré, qué lunares, qué crespones
rimaré con la flor de la azucena
que deshabita tus habitaciones?
En nombre de mañana te propongo,
desde tu réquiem, desde nuestro ahora,
fusilar a la pálida señora.
No son más que palabras, pero pongo
a mi enjuto cadáver por testigo
de que estoy solo, de que estoy contigo.