Estaba a duras penas comprendiendo
y me encontré en la calle como perdido
los gritos y bocinas se colaban
insolentes en mi áspera congoja
palpé las cicatrices que dejó tu mirada
ignoraba si era azul o castaño o verdosa
pero la sabía fatalmente buena
de algún modo notaba que aún estaba vivo
que no había sucumbido a una endémica angustia
así que empezaron de nuevo a funcionar
mis articulaciones y mis candores
fue sólo entonces que olfateé el mundo
como un perro convaleciente
y sentí que a ese aire concurrían
rostros y móviles y sombras y manos
que aquí y allá empezaban a sonar
rebeldías como vientos armándose
y también que muchísimas piernas se apoyaban
sobre las muertes y los sacrificios
y empezaban a andar y caminábamos
y aunque estaba en la calle como perdido
perro convaleciente que lame sus heridas
de pronto supe que tu ausencia y yo
estábamos rodeados por un abrazo prójimo
y sin pensarlo dos veces me fui
con tu ausencia y con ellos
a faenar desconsuelos
a bregar otra vez por el hombre.