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A mi hijo

1

 
Subid, alondras del gozo,
jilgueros de la alegría,
a saludar este día
de limpio viento en retozo.
Con juvenil alborozo
salid a ver la alborada
en que la patria alumbrada
por fulgores de blancura
siente que en la frente pura
le crece una llamarada.
 

2

 
¿Eres, Patria, realidad,
o el maravilloso sueño
de aquel que cifró su empeño
en salvar tu dignidad?
Vestida de claridad,
Cuba, tu imagen disfruto:
te miro cuajado fruto
de un cogollo que no vi,
firme raíz de Martí,
ala de vuelo absoluto.
 

3

 
Como en tierra labrantía
su corazón nazareno
repartió el Maestro bueno,
y en cada porción latía
su prolongada agonía
y su voluntad de hacer
sobre la cruz del deber
un milagro memorable:
¡trocar la sangre adorable
en la luz que habría de ser!
 
 

4

 
Porque si el grano no muere
será su estirpe abolida,
pero si entrega la vida
y darse a la tierra quiere,
vida prolongada espere
en vástagos vigorosos,
en encinares coposos
de perfumada madera,
en florida primavera
bajo cielos luminosos.
 

5

 
Mas tu simiente preciosa
después de bajar el suelo
alada tornóse al cielo
como un águila gloriosa.
Ahora su luz poderosa
prende en cada corazón
y hace universal razón
lo que pareció quimera.
(En los astros brilla entera
la divina ramazón...!)
 

6

 
Dialogo, Patria, contigo;
Martí, contigo converso,
descalzo y desnudo el verso,
maduro y abierto el trigo,
partiendo con gesto amigo
el fraterno pan candeal.
Oh! Martí, padre leal,
en la patria redimida
eres blanca sal de vida
y Ella el sabor de la sal.
 

7

 
Y otras veces canto a solas
entre imponentes palmares.
O a la orilla de los mares
viendo jugar a las olas.
Recojo en las caracolas
aquel inefable acento
con que conmoviera al viento
el Cordero de Dos Ríos.
Infundo así nuevos bríos
a mi lírico instrumento.
 

8

 
¿Cómo era su voz, cómo era?
¿Qué lucero ardía en su frente?
¿Qué arcángel adolescente
guardián suyo iba a su vera?
¿Quién puso a su cabecera
el lábaro vencedor?
¿Quién el diamante en temblor?
¿Quién la flamígera espada?
¿Quién le puso en la mirada
tanto cielo y tanta flor?
 

9

 
Cuando tu vida contemplo,
cuando me alumbro en tu gloria,
miro el templo de la historia
abrirse... y entro en el templo.
Que si conmueve tu ejemplo
y arrebata tu elocuencia
más asombra la paciencia
de escultor con que tu mano
logró en material humano
modelar una conciencia.
 

10

 
Conciencia de una nación,
cuerpo vivo de una idea
para que la Patria sea
más que remota abstracción
la cabal encarnación
del que con fiebre de lava
y voz encendida y brava
proclamó por varios modos
“Con todos y para todos,
Cuba libre, nunca esclava.”
 

11

 
Sobre tu erguida cabeza,
novio altivo de la noche,
viste llover en derroche,
los rayos de la belleza.
Lumbre para tu tristeza
que era el anhelo lustral
de entregarse en manantial
y ser elegido lirio
que en la espada del martirio
pone el cuello virginal.
 

12

 
Di de nuevo la canción
que conmoviendo la roca
sale en llamas de tu boca
cantando tu inmolación.
La historia de tu misión
quiero otra vez escuchar,
sentirte a mi oído hablar
porque si hablas a mi oído
yo me alzaré redimido...
Y torna Martí a cantar.
 

13

 
Semilla de amores fui
que en la tierra pereciera,
el que de esta muerte muera
sabrá que no sucumbí
al ver que brotó de mí
un árbol maravilloso
donde un pájaro gozoso
vestido de claridad
un himno a la libertad
se saca del pecho ansioso.
 
 

14

 
Guarda en tu dormido seno
la diminuta semilla.
un mundo de maravilla
o la sierpe del veneno.
Siempre puede el hombre bueno
del hierro hacer oro fino,
de la ortiga blanco lino,
del carbón puro diamante
y de la cruz infamante
símbolo de lo divino.
 
 

15

 
Yo guardaba en mi simiente
alas de arcángel plegadas,
espumas iluminadas,
montes cual de lava ardiente
y la devoción ferviente
que por una patria esclava
siente el hijo que se clava
allá en lo hondo de sí mismo
al ver que en oscuro abismo
encadenan su alma brava.
 

16

 
Del árbol labré un madero
donde ansioso de dar luz
abrí los brazos en cruz
y sin gemir lastimero
consentí que el hierro fiero
mi carne mártir sajara
para que se consumara
el misterio redentor
de un hombre que por amor
a su pueblo se ofrendara.
 
 

17

 
Y la voz torna a callar,
mas la canción es tan vasta
que se va extendiendo hasta
perderse sobre la mar.
La mar le da su bramar,
el trueno su voz gigante
y en la montaña distante
se serena y se suaviza.
Por el cielo se desliza
en un carro deslumbrante.
 

18

 
El labio de tu poeta
purifica con tu ascua
para que oficie tu Pascua,
Apóstol, Príncipe y Meta.
Llévame a tu luz secreta,
al Reino donde estás vivo.
Si fuiste arcángel cautivo
hoy libre estás en la muerte
y al abrir el ala fuerte
nos cobija redivivo.
 

19

 
Oh! tú, su pueblo escogido,
tierno vástago creciente;
espiga convaleciente
que lleva el grano dormido.
¿No miras cómo el ungido
su clara antorcha levanta?
¿No escuchas de su garganta
la admonición incansable
que blandida como un sable
suplica, apostrofa y canta?
 

20

 
Que aún vive Martí, mirad!
resurrecto como Cristo,
con un fulgor nunca visto
vive en nuestra libertad.
A Cuba le dice: “Andad!”
Y Cuba se transfigura
mostrando en la frente pura
la estrella que alumbra y mata,
fanal de límpida plata
que en la bandera perdura.

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