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Ven p’acá, hija mía,
que yo soy ya vieja
y ya di ese paso que tú das agora,
y viví esa vida que llamamos güeña,
y estrujé mis ojos pa sécame el llanto,
que a juerza de llanto m’entró la experencia.
 
Mi Juan mesmameníe paece un chiquillo,
y tú eres mu nueva,
y sus queréis mucho, y tenéis ajorros,
y estáis mu solitos dambos en la tierra...
¡y este pícaro mundo es tan güeno
con los que así empiezan...!
Con cosinas durces sus va engatusando,
sus tapa los ojos,
sus jace promesas,
y aluego se ríe,
dispués que sus ceba
y sus eja solos erramando jieles
por el sumiero de vuestra concencia.
 
¡Hija de mi arma, si páece mentira
que ya estéis casados dambos po la Iglesia;
si a mí me paece que sois dos muñecos
entavía, Teresa,
pa dirse con tiento pa gastá los cuartos,
p’atendé a los gorpes de las desigencias,
pa jacé, jormales, el troncón rebusto
d’una nueva casta que dé castas nuevas;
unos chirivines que páescan d’azogue,
qu’estruj’en, qu’arañen, que muerdan la teta,
que lloren con genio, qu’estrocen, que chillen,
que jagan pucheros al jacegle fiestas...
 
¡Míala cómo jimpla la recandongona
cuando se le palra de cosinas tiernas!
 
Éjate de mimos
Y delicaëzas;
¡sí ya estáis casaos
dambos, po la Iglesia!
 
Ascucha, hija mía,
y no t’encapríches con tu comenencia,
que la vida es corta,
mu corta y mu güeña
pa los que vivimos de nuestro trebajo
y estamos contentos con nuestra probeza.
 
Hay que ver y cómo refalan los días,
y pasan los años,
y s’hace una vieja,
rebuscando siempre lo desconocío,
siempre suspirando por cosinas nuevas.
 
Primero la noche d’estar dambos solos
con nuestras querencias,
y endispués los hijos, y endispués los nietos,
y endispués el pago de nuestra concencia.
 
Mi Juan es un santo;
tié sus cosiquillas como tié cuarquiera;
pero le tiés ley y tiés mucha labia
y sabrás llevagle por güeña verea;
porque miá tú, hija, aquí pa nusotras,
töitos los hombres son como si jueran
unos muñequitos d’esos bailarines
qu’un jilillo jace danzar, en la feria:
nusotras los vemos, mus encaprichamos
y mercamos uno, a tontas y a ciegas,
sin que mus endilguen los revendeores
de los chismecitos, qu’enganchan la cuerda.
 
Y es claro, qu’aluego,
¡que si quiés, morena!
qu’icen que no bailan,
que no se menean,
que t’andas espacio pa dir a enterate,
y que ya se jueron los tíos de la feria...
y anda, ponte moños,
¡búscale el risorte
de la bailaera!
 
Tamién las mujeres semos corno semos,
mu dás a los lujos de las vestimentas,
desajeraoras y amigas de chismes
y de requilorios y de cuchufletas.
 
Tú, hija mía, precura
seguir las lecciones que da la experencia
que yo te iré iciendo lo qu’has de jacete
pa que vos resulte la vida mu güena.
Amos a ver, mïa: esta mesma noche,
asín qu’arrematen los mozos la fiesta,
sus diréis pal cuarto; pus bien...
 
|Ay qué contra, y qué mimosina
t’has güerto, Teresa!;
¡si ya estáis casaos
dambos, po la Iglesia!
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