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... Es la hora sin sombra. Melkart el dios rige desde la cumbre del mediodía el mar de Cartago. Aníbal es la espada de Melkart.
Las tres fanegas de anillos de oro de los romanos que perecieron en Apulia, seis veces mil, han arribado al puerto.
Cuando el otoño esté en los racimos habré dictado el verso final.
Alabado sea Baal, dios de los muchos cielos, alabada sea Tanith, la cara de Baal, que dieron la victoria a Cartago y que me hicieron heredar la vasta lengua púnica, que será la lengua del orbe, y cuyos caracteres son
talismánicos.
No he muerto en la batalla como mis hijos, que fueron capitanes en la
batalla y que no enterraré, pero a lo largo de las noches he labrado el
cantar de las dos guerras y de la exultación.
Nuestro es el mar. ¿Qué saben los romanos del mar?
Tiemblan los mármoles de Roma; han oído el rumor de los elefantes de
guerra.
Al fin de quebrantados convenios y de mentirosas palabras, hemos
condescendido a la espada.
Tuya es la espada ahora, romano; la tienes clavada en el pecho.
Canté la púrpura de Tiro, que es nuestra madre. Canté los trabajos de
quienes descubrieron el alfabeto y surcaron los mares.
Canté la pira de la clara reina. Canté los remos y los mástiles y las arduas
tormentas...

Berna, 1984.
Preferido o celebrado por...
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