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La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba.
 
Las algas y las ramas
en sombra la asombraban
y el ruiseñor cantaba
por la muchacha blanca.
 
Vino la noche clara,
turbia de plata mata,
con peladas montañas
bajo la brisa parda.
 
La muchacha mojada
era blanca en el agua,
y el agua, llamarada.
 
Vino el alba sin mancha,
con mil caras de vaca,
yerta y amortajada
con heladas guirnaldas.
 
La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas,
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.
 
La muchacha dorada
era una blanca garza
y el agua la doraba.
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