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¡Triqui!
¡Traque!
¡Juipi!
¡Juape!
¡Arre!
¡Hola!
¡Upa! ¡Vivo!, ¡Carambola!
 
Así del pescante,
feroz, jadeante,
se explica el cochero
de un coche viajero
que alzando humareda
y atroz polvareda
veloz bamboleante,
más brinca que rueda.
 
Y el látigo zumba;
y todo retumba
con tal alboroto,
cual de un terremoto
que al orbe derrumba,
y toda la gente
se agolpa imprudente
a ver qué noticia
al mundo desquicia,
o qué personaje
va en urgente viaje
de cántaros de oro,
que siguen ligeros
tal vez bandoleros,
galgos carniceros,
en pos del tesoro.
 
Al fin paró el coche
ya entrada la noche,
y abriólo el gentío
con gran reverencia;
y (¡extraña ocurrencia!)
lo hallaron... ¡vacío!
 
Tal es, en retrato,
más de un mentecato
de muchos que encuentro.
¡Qué afán! ¡Qué aparato!
Y nada por dentro.
Preferido o celebrado por...
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