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El vodka rubio me recuerda
los cabellos de Kolia sus manos
largas como espigas de trigo
su corteza de roble o abedul
 
el vino blanco de Georgia
el nombre tuyo mi danza
en las montañas el cuerpo
de Tamara girando entre las sombras
del Kurá y las aguas sexuales de Borjomi
 
el vino oscuro de Georgia toda
la magia de tu piel tus ojos
abiertos como pozos tus manos
como negras sábanas de espanto
y el monte de tu sexo
(este abismo te sabe te conoce
por él te has deslizado y te resiste
de pie como un demonio)
(esta taberna te recuerda
aquel bar te palpó
en el fermento de las botellas agrias)
 
que sea tan breve la embriaguez
que sintamos la sed al despertar
y despertando oigamos
la sentencia brutal del tabernero
“no hay un licor que ahogue los deseos”.

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