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¡Esclavo! ¡Esclavo! Cuando duerma todo
el mar, la tierra, el cielo, el bosque, el llano,
iré a la puerta de tu cárcel negra
para llamarte con ternura, ¡Hermano!...
 
Como perdida tórtola que al nido
llega, entre canto y lloro, a la alborada,
mi voz doliente llegará a tu reja
en el silencio de la noche blanca.
 
“¡Hermano! ¡Hermano”... y sellaré de besos
el dintel de tu puerta y de tu alma,
y velaré tu sueño de poeta
echada al pie del muro de tu cárcel.

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