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Qué suerte haber vivido
para traer conmigo la confianza
la eternidad caduca
la infancia sin aurora
la penitencia que es un oropel
la poca gloria esa noticia
que es anticipo del olvido
 
qué suerte haber llegado
a tiempo para andar en este mayo
afluente de la paz o la congoja
prolegómeno tibio merecido
de otra quietud que espera
sin juicio ni prejuicio
finales
infalibles
 
qué suerte haber usado
aquel chorro de tiempo
errante y esparcido
para limpiar el cráneo
de vanidades y adherencias
y rescatar el amor náufrago
ese que no reclama juramentos ni pétalos
 
qué suerte haber sabido
que el sol espera que la lluvia espera
que los ojos esperan o esperaban
que el impulso las alucinaciones
los cipreses las manos el vacío
el ceño las palomas el oleaje
esperan o esperaban
 
qué suerte haber hallado
el plato de mis uvas
la piel de mis jadeos
la expectativa del atardecer
el orgullo sin mármol
la esquina de nosotros
en fin el insolvente paraíso
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