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Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Y he vuelto. Quiebro con mis piernas
tu serena cristalería.
Es como ahondar en los principios,
como embriagarse con la vida,
como sentir crecer muy hondo
un árbol de hojas amarillas
y enloquecer con el sabor
de sus frutas más encendidas.
Como sentirse con las manos
en flor, palpando la alegría.
Como escuchar el grave acorde
de la resaca y de la brisa.
 
Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Era en otoño, y en otoño
llego, otra vez, a tus orillas.
(De entre tus ondas el otoño
nace más bello cada día.)
 
Y ahora que yo pensaba en ti
constantemente, que creía...
 
(Las montañas que te rodean
tienen hogueras encendidas.)
 
Y ahora que yo quería hablarte,
saturarme de tu alegría...
 
(Eres un pájaro de niebla
que picotea mis mejillas.)
 
Y ahora que yo quería darte
toda mi sangre, que quería...
 
(Qué bello, mar, morir en ti
cuando no pueda con mi vida.)

(1947)

De “Tierra sin nosotros”

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