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No importa el hambre sin miga
la desnudez, el rigor
de los que llegan, Narcisa,
tú pares siempre, es tu rol.
Ya van por nueve dolores
conque tu vientre fecundo
sobre la bárbara vida,
en carne esclava se vuelca.
Ya van por nueve pedazos
de trémula carne prieta
conque a los “guijes” del hambre
tu roja entraña alimenta.
Y aún más, parirás, Narcisa.
Allí en el corte de caña,
bajo la triste mirada
de torpes, cansinas yuntas
tú y él en cópula ardiente
harán la carne fecunda.
Después, vendrá lo de siempre:
la gravidez... la labor
de Obatalá, silenciosa
abeja de tu interior,
forjando carne que ansioso (sic)
esperará algún dolor.
Náuseas, antojos con poca,
ninguna satisfacción
hasta que al fin, Eleguá,
tras nueve lunas cumplidas
alumbre a una vida más.
Que así, Narcisa, eres tú:
fecunda por más que asolen
la tisis y esclavitud,
la humanidad de tu prole.
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