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Gracias, Señor, porque me diste un año
En que abrí a tu luz mis ojos ciegos;
Gracias porque la fragua de tus fuegos
Templó en acero el corazón de estaño.
 
Gracias por la ventura y por el daño,
Por la espina y la flor; porque tus ruegos
Redujeron mis pasos andariegos
A la dulce quietud de tu rebaño.
 
Porque en mí floreció tu primavera;
Porque tu otoño maduró mi espiga,
Que el invierno guarece y atempera.
 
Y porque, entre tus dones, me bendiga
—Compendio de tu amor—la duradera
Felicidad de una sonrisa amiga.
Preferido o celebrado por...
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