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Desde que la conciencia sucumbió a su vértigo
y hubo que desconfiar de los confiables
y las éticas se volvieron estériles
y los hombres de dios se despeñaron
 
desde que se ahogaron nuestros desahogos
y cada rostro se metió en su máscara
y júpiter se encontró con su cometa
y no quedaron huellas del amor cautivo
 
desde que el futuro se talló en el viento
los justos se perdieron en la injusticia
y el que prometía quemó sus promesas
en la hoguera mejor del enemigo
 
desde que todo comenzó a ser nada
desde que alguien empezó a ser nadie
y el poder condecorado de adjetivos
nos metió en la pocilga del perdón
 
no somos desde entonces ni siquiera caterva
ni muchedumbre ni pueblo unido
cada uno en su humilde covacha rememora
la noche más nocturna / la del miedo
 
estamos desprendidos / sueltos en el espacio
sin el consuelo del rezo o del dogma
no hay himnos en la niebla / no hay excusas
cada uno se asfixia en su propio fervor
 
ese fervor cansado / todavía orgulloso
de las ermitas de su tenue memoria
sabiéndolas inútiles / gastadas
y sin preparación para la muerte
 
solos aquí y allá / solos de olvido
cada uno en su isla inmerecida
oculto en las arrugas de su fe
exasperado y fiel como una llama
 
solos aquí y allá sabiendo
que algo nos une y nos convoca
son / somos / sois una tribu de solos
una tribu con vida que convida
 
sin caciques y sin hipocresía
sin narcisos y sin laberintos
la tribu de los solos se reconoce
en el silencio de su desnudez
Otras obras de Mario Benedetti...



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