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¿Por qué, Señora,
el aire, el desafío,
pierna y botín robustos
y pecho de paloma?
 
¿Por qué, conquistadora,
sobre los raros farallones
de desiguales ángulos
te empinas, desdeñando
abajo el foso oscuro de las aguas?
 
Castillo de la Fuerza,
Giraldilla,
tu donaire y victoria.
 
¿Será por eso el acierto
de la profunda gracia del tamaño,
torneado y breve, combado
como jarra, hospedera?
 
¿Qué sabes tú, Señora
de la Gran Llave,
apoyada en tu propia apertura
a los golfos abiertos?
 
¿Será lo abierto tu secreto,
noble Habana, Señora,
tu breve corpulencia,
tan graciosa,
 
tendrá por eso ese perfil de ave
—el pie bien afincado—
y ese ligero aire
fanfarrón?
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