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Entonces,
en los atardeceres de verano,
el viento
traía desde el campo hasta mi calle
un inestable olor a establo
 
y a hierba susurrante como un río
 
que entraba con su canto y con su aroma
en las riberas pálidas del sueño.
 
Ecos remotos,
sones desprendidos
de aquel rumor,
hilos de una esperanza
poco a poco deshecha,
se apagan dulcemente en la distancia:
 
ya ayer va susurrante como un río
 
llevando lo soñado aguas abajo,
hacia la blanca orilla del olvido.
Preferido o celebrado por...
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