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A J. Fucik

El amor, la tristeza, la guerra
abren su puerta cada día, brincan
sobre su cama
                        y él no les dice nada.
Cogen su perro y lo degüellan, lo tiran
a un rincón
                        y no les dice nada.
Dejan su pecho hundido
a culatazos
                       y no dice nada.
Casi lo entierran
vivo
                       y no les dice nada.
 
¿Él qué puede decirles?
Aunque lo hagan echar espuma
por la boca,
él lucha, él vive,
él preña a sus mujeres,
contradice la muerte a cada instante.

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