#1988 #EscritoresUruguayos #VientosDelExilio
No puede ser. Esta ciudad es de mentira. No puede ser que las palmeras se d… a acariciar la crin de los caballo… y los ojos de las putas sean tiern…
Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta un charco era un océano la muerte lisa y llana no existía
Nunca se consideró un exiliado político. Había abandonado su tierra por un extraño impulso que se fraguó en tres etapas. La primera, cuando lo abordaron sucesivamente cuatro mendigos en...
Tengo miedo de verte necesidad de verte esperanza de verte desazones de verte tengo ganas de hallarte
Se las arregló para ser contemporá… medio siglo después de su muerte creó una justicia natural para neg… pobres tuvo pupila suficiente como para m…
¿Qué remoto corpúsculo de amor se abrirá paso entre las fobias de… ¿llegará como pájaro aterido? ¿como nube moribunda de lluvia? ¿como rayo sin trueno?
Tu espejo es un sagaz te sabe poro a poro te desarruga el ceño te bienquiere te pule las mejillas
Sabemos que el alma como principio… es una caduca concepción religiosa… pero que en cambio tiene vigencia… segunda o sea hueco del cañón de las armas…
Algunas claves del futuro no están en el presente ni en el pasado están
Una ensenada sólo vista en postale… una región perpleja del recuerdo una fruta escasísima y sabrosa un suburbio que ya no se frecuenta una paloma absorta en los pretiles
Poco a poco se fueron convenciendo de que habían convencido pero el silente dijo no o sea no consiguieron cambiar la imagen
Estás alicaído, estás dudando, no te alcanzan las pruebas ni las… cada Dónde te ofusca, cada Cuándo… Recorres el confort, las estrechec… que quedaron atrás y es razonable
Cuando a uno lo expulsan a patadas del sueño el amanecer es siempre una modorra se emerge de ese ensayo de muerte todavía sellado por la víspera
Aliiiirio. Aliiiirio Bengoa. Demasiado clamor para ser escuchado a las siete y media de la mañana. Pero allí está el hombre, agitando los brazos desde la vereda de enfrente y gritando A...
Fue un sábado de tarde, en plena siesta, cuando sonó la primera llamada. Aún medio aturdido, había alargado el brazo hasta el teléfono, y una voz masculina, ni demasiado grave ni demasi...
