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Pesada, espesa y rumorosa,
en la ventana del castillo
la cabellera de la Amada
es un lampadario amarillo.
 
—Tus manos blancas en mi boca.
—Mi frente en tu frente lunada.
Pelleas, ebrio, tambalea
bajo la selva perfumada.
 
—Melisanda, un lebrel aúlla
por los caminos de la aldea.
—Siempre que aúllan los lebreles
me muero de espanto, Pelleas.
 
—Melisanda, un corcel galopa
cerca del bosque de laureles.
—Tiemblo, Pelleas, en la noche
cuando galopan los corceles.
 
—Pelleas, alguien me ha tocado
la sien cona mano fina.
 
—Sería un beso de tu amado
o el ala de una golondrina.
 
En la ventana del castillo
en un lampadario amarillo
la milagrosa cabellera.
 
Ebrio, Pelleas, enloquece,
su corazón también quisiera
ser una boca que la bese.
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