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Cocaína, hedonismo y otros vicios.

Sobre el diario de una desintoxicación.

Esta noche no vengo a admirar tu cuerpo,
oh bruja blanca llena
de todos los pecados de un paria que te adora,
ni a lanzar tormentas inicuas en tu taciturna cabellera
bajo el tedio insosegable que mis palabras derraman.
Pido a tu alma la risa sin tormentos
con que duermes después de tus caricias, acurrucada,
tras el telón rojo de los remordimientos,
vos que, más que los moribundos,
sabés lo que es la nada.
Porque monseñor Satán,
coronando mi caridad innata,
con su elocuencia como a vos me ha engañado;
pero mientras tu mente sin compasión recoge
un corazón que nada sacude, yo corro,
desmoronado, blanco,
con el lúgubre cáliz obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo a mi cama!

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