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A Valentina.

En los primores de tus pasos,
sobre un río saltabas de piedra en piedra,
y mi alma se sofocaba.
 
¡Ángel de mi vida!
El infierno se hunde en mi boca,
y mi boca es puro fuego.
 
Del hondo abismo me rescataste,
Sos mi sueño,
sos casi de berilo en el vaivén del tiempo.
 
Tus dos ojos forjados ónice;
de topacio, cornerina, y aguamarina.
 
Acabados en cuidado absoluto
me van pidiendo
una canción de cuna.
 
Como tu belleza misma
es amarga mi risa
quebrada en afables desvelos.
 
Tornas mi llanto narcótico
en amor insosegable.
 
Es tarde, pequeña,
y tus pupilas traen tormentas
de abrazos y llantos.
 
Y hay una luna quebrada
que recuerda tus ojos.

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